Como saben, hay dos tipos de personas y una de ellas son las que vuelven a casa por Navidad. Esa soy yo. Como el turrón,
Me da pereza hacer la maleta. Necesito más espacio para meter todos los pares posibles: optimizar al 100%. Ya se sabe que son jornadas de mucha actividad: que si un zapato para el día, que si otro para la noche, para las fiestas, para las cenas, para ir de compras, para tomar un café, para la lluvia, para caminar acompañada de otro… Esto me recuerda que tengo que hacer esa típica y tópica lista de deseos y propósitos para el año que empieza… ¿Por dónde debería comenzar?
El avión es el medio que me separa de mis dos ciudades. Es el medio del rencuentro por Navidad. La ocasión lo requiere, así que también necesito glamour aéreo. Tacones con aire nostálgico que emulan aquellas películas en blanco y negro de los años 50: gabardinas, música de fondo, pistas de aterrizaje y despedidas. Pasear con estilo, por
No se puede terminar el año sin haber felicitado a los compañeros de trabajo, de todos los días, los examinadores de mis pies. Música, baile y alguna que otra copa para danzar como una peonza durante varias horas. Modelitos en los pies. Intento recordar el ranking pero no recuerdo mucho, así que eso me lleva a la conclusión de que hay poco que contar. ¿Mi elección? Peep toes negros con medias caladas del mismo color… Como una muñequita de porcelana pero con un metacarpiano que se recupera del gran pisotón que, como
Se acerca la última noche del año. Otra vez me he propuesto no arruinarla con tacones maravillosamente imposibles. A poco más de una semana, todavía no he hecho la elección… y deberían estar incluidos en mi maleta sin fondo. Navidad es sinónimo de fiesta y una de las mejores épocas para recrearse en los escaparates de millones de tiendas en España. Sandalias de raso, strass, lentejuelas; salones de punta redonda, de la otra… bailarinas con lazo, sin lazo… ¿Con qué me quedo? Mientras me decido entre mostradores de facturación y puertas de embarque, practicaré con esos tacones imposibles, todavía sin estrenar; pensaré mis propósitos para el año que empieza y buscaré al Señor del Antifaz, que, en sus brazos, evite que mis pies pisen los charcos de la nueva etapa que espero que empiece.