Tanto sarao y movimiento en el cuerpo… me ha llevado al reposo y a las zapatillas de andar por casa. Mis vaquitas lecheras made in Holanda me abrigan los pies en vísperas de primavera.
La sala de espera es lugar ideal para aburrirse y observar la indumentaria de los convalecientes como yo, pero no pude. Mi lesión en el trapecio me lo impidió. Sí, ese músculo próximo al cuello al que debemos el nombre por los trapecistas que lo desarrollan de manera extraordinaria; o, por lo menos, esa fue la explicación que me dio el simpático doctor que tenía un sexapple lejos de los atractivos médicos televisivos.
Esa mañana, mi cuello se había levantado rígido como una tabla con una inclinación progresiva hacia la izquierda e imposible hacia abajo, así que mis intentos para observar qué se caminaba por los suelos fueron en vano.
El resultado: semana de reposo sin ningún tipo de ejercicio físico, algo que no me costará gran trabajo… y con calzado lo más cerca del suelo. Sacaré del baúl manoletinas, merceditas y zapatos que mimen mis pies y espalda. Todo sea por la salud y por las próximas fiestas de aguja e hilo de oro que me esperan.