17 julio, 2007

Mal de amores, clavos y manchas de mora

Después de algo que podría definirse como unas mini vacaciones, volver a la carga es demasiado poco apetecible todavía sin haber podido disfrutar del verano. Una especie de depresión post vacacional sin haber tenido tiempo para acostumbrarme a la buena vida. (suspiro)

En este tiempo he sobrevivido a una mudanza, otra más. Morir sepultada bajo montones de cajas y cajas en un minipiso coqueto pero pequeño al fin y al cabo, buscando hueco donde no lo hay para esconder todos mis tesoros... y mis zapatos. En esa, “nuestra/mi querida comunidad”, he podido descubrir ya los desasosiegos vecinales que hay al otro lado de las paredes de papel. Una comunidad políglota: árabe, francés, inglés…; multicultural y compuesta por diferentes modelos de familia donde los singles ganan tras mi llegada.

Las grandes ciudades es lo que tienen. La gente camina deprisa y anónima por las calles hasta llegar a su casa- fortaleza donde se descalzan y desnudan sus vidas descubiertas por los estrechos balcones del palacio.

Asentada en mi nuevo hogar, empiezo a disfrutar de la nueva vida en todos los aspectos recordando en algún momento las predicciones de una vieja pitonisa… El décimo intento de recuperar al gran amor de mi vida fue en vano. ¿Por qué nos empeñamos en rescatar antiguas glorias sin poder hacer borrón y cuenta nueva? Los dulces momentos no pueden con la tan socorrida frase de “incompatibilidad de caracteres”. Para superarlo acudo a amigas que me recuerdan que un clavo saca a otro clavo, que una mancha de mora con otra se quita Para el mal de amores, ¿lo mejor es practicar eso de los nuevos encuentros? A ello me puse. Aunque mi fortaleza sigue y seguirá blindada por muchos años, titubeo en mi objetivo de sola mejor que acompañada aunque se trate de buena compañía. Aquellas señales indescifrables de citas anteriores, de paseos a la luz de la luna de la M-30 y de conciertos de pop hindie… de repente se revelaron!!!!!!!!!!! (…) Y ahora, ¿qué debo hacer????? Tanta intriga del principio no me dejó tiempo para pensar qué vendría después. ¿Es bueno tirarse a la piscina sin saber si hay agua dentro o sin saber si en ese agua se sabe nadar o, como mínimo, flotar? Ahora todos los cordones de mis zapatos están enredados…

Mis vacaciones tuvieron una parada en la que me transformé en una periodista monísima de la muerte con modelazo incluido: peluquería, vestido largo hasta el suelo y sandalias doradas de tacón que salieron mal paradas por los adoquines del cigarral donde sucedió la celebración. Me estrené en eso de las galas de entregas de premios en las que te encuentras a la flor y nata de los medios de comunicación, colegas periodistas, viejas jefas y algún que otro personaje de la farándula. La noche fue curiosa, calurosa y divertida. La siguiente será posando en la foto recogiendo un premio por este blog. Quién sabe...