16 junio, 2009

Fetichismo en los balcones

¡Yo también quiero ser pregonera!!
De puntillas. En el balcón. Pisando fuerte porque esa soy yo. Subida a unos zapatos que llevan el extra encubierto en las cuñas. Letizios, ¿por qué no?? Especialistas en saludar con la mano y quedar bien en la foto.

Aunque el experto en fiestas desoiga mis mensajes a través de las frecuencias más folclóricas, yo seré, por fin, una pregonera convertida en boceto de revista; al más puro estilo Jordi Labanda: pizpireta, coloreada, con cola de caballo, con grandes gafas oscuras, un margarita en la mano y entregada a la buena vida, como una deidad. Seré una superheroína con poderes. Con los polvos mágicos de la calma, de la felicidad que lanzaré desde mi balcón.

Tengo que mantener el equilibrio asomada al ventanal porque me pierdo mientras busco el norte. Pero no importa ya. Lo hago y lo haré. Y será la música quien me acompañe… (como la que suena mientras escribo…)

Afino la voz para lanzar el conjuro mágico convertido en discurso y planeo cómo conseguir al nuevo protagonista de mis fantasías. Porque, en tiempos crisis, 80€ quizás sea demasiado.

14 junio, 2009

Fetichismo en el punto de inicio. OH! FORTUNA!

A las puertas del verano, tras un largo, largo, larguísimo invierno hibernando en un agujero oscuro, envuelta en vendas que no dejaban seguir por el camino adelante; la ensoñación más fetichista, aquella del punto de partida que hizo cubrir el delicado pie con el más sofisticado de los zapatos, se consumió como una cerilla.

Durante una noche de Diosas Fortunas y vientos mitológicos que traían olor a jazmín, volví a caminar, pizpireta, sobre lo alto de unos zapatos, desafiando lesiones del pasado, madejas de lana enredadas y fantasías de Cenicienta.
Una cenicienta moderna, que cambió los zapatos de cristal por cintas, y con un príncipe convertido a artista, como habían profetizado las cartas de aquella hechicera tiempo atrás.

Rezan Omnia sol temperat purus et subtilis… (todo lo suaviza el sol puro y sutil) pero este cuento, mi cuento, sigue siendo de vampiros y de ruletas estancadas en el tiempo… Sin sol. Un deambular sin detenerte, en el campo abierto de la vida, cubierta con envoltorio de celofán.

Aquella cajita de cristal donde estaba la muñeca se convirtió en cajita de metal, con eco… Eco que retumbaba en sueños… la cruz del pasado, del presente… y quién sabe si del futuro.

Amantes imaginarios, ensoñaciones, fantasías que sólo viven dentro de la cabeza.

La nueva Cenicienta terminó coja pasadas las 12 de la noche. Sin zapato, de nuevo dentro de la cajita y agotada. Con el peso de las huellas que deja haber caminado entre el barro durante tiempo.

Una cerilla que se consume, un globo que se desinfla. Un zapato que se desgasta…
Quizás el dedo roto sólo sea una señal para darse cuenta de que es pronto para subirse a un andamio o que, para la próxima, han de ser azules y más altos: inalcanzables.

05 enero, 2009

Noche de zapatos

Un año más. Y van… ¿cuántos? Uno de los propósitos del año que comienza es: NO HACER PROPÓSITOS. ¿Para qué? El gimnasio: no tengo tiempo. El carnet de conducir: tampoco. Y lo demás: veremos sobre la marcha.


Estas fiestas ya no son lo que eran. Pocos se acuerdan del espíritu navideño. Sólo importa no pasarse con el turrón, la suerte del Gordo, unos días de vacaciones (para un año que las tengo…); y las rebajas de enero.

La locura por las compras se multiplica exponencialmente durante estas fechas. Y, aunque para San Valentín deseas tener a quién regalar, dos meses y medio antes finges una crisis para escatimar en gastos. La recesión económica también afecta a la economía conyugal.

Y hablando de crisis, ¡¿cuánto más sin comprar un par?!! ¡¿Cuánto?! Tan sólo un par, uno, para poder estrenar. Sin un duro, sin un euro, es tiempo de sacar del armario antiguos, que no viejos, trapos para convertir en reliquias.


La noche de Reyes pone el punto final a las Navidades. La madrugada llega con sabor a regalos y el gran dilema: ¿Qué zapatos poner debajo del árbol??? ¿Los viejos para que me traigan unos nuevos?, ¿bailarinas para que vean que he sido una niña buena?

Un viejo amigo me recordaba que esa noche es mi día. El día de una fetichista de los zapatos. Así que, ante la duda de qué par poner bajo el árbol, él me respondió: “Pon zapatos de tacón alto que los Reyes son hombres… seguro que les motiva (mi amigo utilizó otro verbo) y te traen cosas buenas”. Pues eso haré.

13 noviembre, 2008

De goyescas y Burladores de Sevilla

Divertido. El tiempo siempre termina dando oxígeno. Pero es aire de anestesia, de risa contagiosa, de diversión.

El huracán arrasó mi armario poniendo mi vida patas para arriba, pero era inevitable. Sólo tuve que descubrir las palabras mágicas, que no estaban tan lejos de mí, para que apareciera el hechicero.

Magia, sueños y tacones. Tras la cuarentena de aquella crisis (…), y a pesar de mi tendinitis, adornaré mis muletas para salir a por mi nuevo objeto del deseo. Serán morados, altos, brillantes y divertidos, de inspiración goyesca o como las telas que visten la Semana Santa Sevillana.



Quizás se perdonen todas aquellas heridas de antes, de ahora… y de mañana. La temporada manda caminar por las alturas, una elección perfecta para sortear a futuros Don Juan Tenorio, que en mi próximo cumpleaños, pretendan convertirme en la Doña Inés de su cuento. Un cuento con final feliz.

24 octubre, 2008

Fetichismo de amor

Sea acabó lo bueno. Románticos paseos a la luz de la Luna… susurros inesperados al oído… gemidos en plena madrugada.

El amor se acabó de poco usarlo, en este caso, como la crónica de una muerte anunciada. Estamos en crisis, sí señor. A la económica se suma la crisis de los sueños, esa que nos hace elevarnos hasta el infinito y más allá sin riesgo de desplome…

Los brazos que protegían, que abrazaban, que cubrían, han sido sustituidos por una colchoneta divertida, de colores que acuden a la llamada de alegrar la vida. Un otoño gris. Un olor a recuerdo y a olvido. Un olor que el tiempo borrará como el mejor de los aliados.

¿De dónde viene la adicción al amor?? El fetichismo por las pasiones que nos llenan el alma, que nos hacen sentirnos vivos… ¿A dónde se van cuando ya no están?? Quizás, en algún lugar de quién sabe dónde, haya un rincón… Quizás allí se acumulen los sueños que pudieron ser… y que no fueron.

La tristeza, la nostalgia, se alían con la experiencia para recomponer el frasco que cristal roto, envuelto en cinta adhesiva y celofán rojo pasión para que, de nuevo y una vez más, con su fetichista esencia de amor, se convierta en el mejor de los regalos, en el mejor de los tesoros.

13 octubre, 2008

Los del todo en uno

Después de un aterrizaje forzoso en el mercado laboral y por fin, recuperada para volver a las andadas del salmorejo, es tiempo de reflexiones otoñales.

El viento ha cambiado. Las hojas de los árboles llenan los suelos convirtiéndolos en pistas de patinaje sobre tacones, la lluvia hace pasear a las katiuskas de colores y la gabardina intenta evitar las primeras estalactitas del corazón.

La rutina vuelve como el otoño. Y la nostalgia también. Pero es una nostalgia futura por el comienzo de una nueva estación, una nueva etapa que no se acaba de centrar como futurista o como ya caduca.

Antes de sacar del recuerdo la lista de asignaturas pendientes por probar, como quien hace repaso de todas las joyas deseadas que una colocaría en sus pies, de tener medios (en algún momento ya hablaré de eso), pienso en lo que se espera del nuevo inquilino de mi armario. No es ni de fiesta, ni de cóctel y no sé si de diario. En el escaparate, parecía adaptable a mi horma, de piel trabajada y con sutiles adornos que lo convertían en perfectamente imperfecto, sorprendente. Justo para mí. ¡¡Me los llevo!!!! Sin rebajas ni pago a plazos. Una apuesta, ¡quién sabe si hasta racional!!! ¿Los necesitaba? No. Pero me hacían felices para este otoño… y más.


El placer por estrenarlos no tardó en llegar. Esa sensación que se ubica dentro del cerebro; placer por disfrutar el olor a nuevo. Pero ya se sabe que introducir el pie, como si fuese la primera vez, no está exento de riesgos. No, no podían rozar, no quería pensar en que me había dejado llevar otra vez. En aquel lugar no me advirtieron de que tenía que llevar a mano mis apósitos mágicos para que aquel dolor se disimulase sin tan siquiera bajarme de ellos. Por el hilo musical sonaron los cantos de sirenas de Ulises.


Ahora, con los pies momificados, camino sobre huevos para que no se rompan, ni romperme yo. Pensando en si debo esperar a que se adapten, o utilizar el sentido común por una vez, y no esperar a que me deformen el alma porque hay cosas que no cambian. ¿Debo quererlos o es mejor olvidarlos?, ¿debo conformarme con ellos, aunque no quieran ser el par que YO necesito; o no hay que forzar la cremallera si los dientes no quieren coincidir?


El tiempo pasa. Y el otoño se marchará. La incertidumbre duele como no poder tener en uno solo, todo lo que yo quiero. Todo eso que tengo derecho a seguir queriendo y seguir creyendo que sí puede haber, en algún lugar, los que tengan una cremallera que no necesite aceite para cerrar. Unos zapatos para fiesta, cóctel y hasta de diario. Todo en uno. Perfectos.

28 septiembre, 2008

Los zapatos de las mil y una noches

Las vacaciones cambiaron mi registro. Un nuevo continente, un país que me transportó a siglos atrás y a una cultura totalmente diferente…

Los recién estrenados tacones de altura dejaron paso a los caftanes y babuchas que recorrieron las calles de Marrakech envueltas en aromas de especias; y mercados, como el de Fez, sacados del cuento de Aladino.

Aunque no hubo lámpara mágica ni Genio genial, al fin y al cabo mi deseo ya se había cumplido; los calores del desierto envolvieron un merecido descanso en jaimas y hoteles sin encanto pero con todo el sabor de un buen té a la menta.

Los escenarios de las historias de Alí Babá y los 40 Ladrones ya no sólo estarán en los libros.

Los cuentos de Las Mil y una noches han conmutado mi pena, como la de Scherezade, de morir de tristeza aquella mañana de enero.

Mil y una noches que compartir de nuevo o a partir de ahora. En colectivo… desde la Luna; o en pareja… también desde ella.