13 noviembre, 2008

De goyescas y Burladores de Sevilla

Divertido. El tiempo siempre termina dando oxígeno. Pero es aire de anestesia, de risa contagiosa, de diversión.

El huracán arrasó mi armario poniendo mi vida patas para arriba, pero era inevitable. Sólo tuve que descubrir las palabras mágicas, que no estaban tan lejos de mí, para que apareciera el hechicero.

Magia, sueños y tacones. Tras la cuarentena de aquella crisis (…), y a pesar de mi tendinitis, adornaré mis muletas para salir a por mi nuevo objeto del deseo. Serán morados, altos, brillantes y divertidos, de inspiración goyesca o como las telas que visten la Semana Santa Sevillana.



Quizás se perdonen todas aquellas heridas de antes, de ahora… y de mañana. La temporada manda caminar por las alturas, una elección perfecta para sortear a futuros Don Juan Tenorio, que en mi próximo cumpleaños, pretendan convertirme en la Doña Inés de su cuento. Un cuento con final feliz.

24 octubre, 2008

Fetichismo de amor

Sea acabó lo bueno. Románticos paseos a la luz de la Luna… susurros inesperados al oído… gemidos en plena madrugada.

El amor se acabó de poco usarlo, en este caso, como la crónica de una muerte anunciada. Estamos en crisis, sí señor. A la económica se suma la crisis de los sueños, esa que nos hace elevarnos hasta el infinito y más allá sin riesgo de desplome…

Los brazos que protegían, que abrazaban, que cubrían, han sido sustituidos por una colchoneta divertida, de colores que acuden a la llamada de alegrar la vida. Un otoño gris. Un olor a recuerdo y a olvido. Un olor que el tiempo borrará como el mejor de los aliados.

¿De dónde viene la adicción al amor?? El fetichismo por las pasiones que nos llenan el alma, que nos hacen sentirnos vivos… ¿A dónde se van cuando ya no están?? Quizás, en algún lugar de quién sabe dónde, haya un rincón… Quizás allí se acumulen los sueños que pudieron ser… y que no fueron.

La tristeza, la nostalgia, se alían con la experiencia para recomponer el frasco que cristal roto, envuelto en cinta adhesiva y celofán rojo pasión para que, de nuevo y una vez más, con su fetichista esencia de amor, se convierta en el mejor de los regalos, en el mejor de los tesoros.

13 octubre, 2008

Los del todo en uno

Después de un aterrizaje forzoso en el mercado laboral y por fin, recuperada para volver a las andadas del salmorejo, es tiempo de reflexiones otoñales.

El viento ha cambiado. Las hojas de los árboles llenan los suelos convirtiéndolos en pistas de patinaje sobre tacones, la lluvia hace pasear a las katiuskas de colores y la gabardina intenta evitar las primeras estalactitas del corazón.

La rutina vuelve como el otoño. Y la nostalgia también. Pero es una nostalgia futura por el comienzo de una nueva estación, una nueva etapa que no se acaba de centrar como futurista o como ya caduca.

Antes de sacar del recuerdo la lista de asignaturas pendientes por probar, como quien hace repaso de todas las joyas deseadas que una colocaría en sus pies, de tener medios (en algún momento ya hablaré de eso), pienso en lo que se espera del nuevo inquilino de mi armario. No es ni de fiesta, ni de cóctel y no sé si de diario. En el escaparate, parecía adaptable a mi horma, de piel trabajada y con sutiles adornos que lo convertían en perfectamente imperfecto, sorprendente. Justo para mí. ¡¡Me los llevo!!!! Sin rebajas ni pago a plazos. Una apuesta, ¡quién sabe si hasta racional!!! ¿Los necesitaba? No. Pero me hacían felices para este otoño… y más.


El placer por estrenarlos no tardó en llegar. Esa sensación que se ubica dentro del cerebro; placer por disfrutar el olor a nuevo. Pero ya se sabe que introducir el pie, como si fuese la primera vez, no está exento de riesgos. No, no podían rozar, no quería pensar en que me había dejado llevar otra vez. En aquel lugar no me advirtieron de que tenía que llevar a mano mis apósitos mágicos para que aquel dolor se disimulase sin tan siquiera bajarme de ellos. Por el hilo musical sonaron los cantos de sirenas de Ulises.


Ahora, con los pies momificados, camino sobre huevos para que no se rompan, ni romperme yo. Pensando en si debo esperar a que se adapten, o utilizar el sentido común por una vez, y no esperar a que me deformen el alma porque hay cosas que no cambian. ¿Debo quererlos o es mejor olvidarlos?, ¿debo conformarme con ellos, aunque no quieran ser el par que YO necesito; o no hay que forzar la cremallera si los dientes no quieren coincidir?


El tiempo pasa. Y el otoño se marchará. La incertidumbre duele como no poder tener en uno solo, todo lo que yo quiero. Todo eso que tengo derecho a seguir queriendo y seguir creyendo que sí puede haber, en algún lugar, los que tengan una cremallera que no necesite aceite para cerrar. Unos zapatos para fiesta, cóctel y hasta de diario. Todo en uno. Perfectos.

28 septiembre, 2008

Los zapatos de las mil y una noches

Las vacaciones cambiaron mi registro. Un nuevo continente, un país que me transportó a siglos atrás y a una cultura totalmente diferente…

Los recién estrenados tacones de altura dejaron paso a los caftanes y babuchas que recorrieron las calles de Marrakech envueltas en aromas de especias; y mercados, como el de Fez, sacados del cuento de Aladino.

Aunque no hubo lámpara mágica ni Genio genial, al fin y al cabo mi deseo ya se había cumplido; los calores del desierto envolvieron un merecido descanso en jaimas y hoteles sin encanto pero con todo el sabor de un buen té a la menta.

Los escenarios de las historias de Alí Babá y los 40 Ladrones ya no sólo estarán en los libros.

Los cuentos de Las Mil y una noches han conmutado mi pena, como la de Scherezade, de morir de tristeza aquella mañana de enero.

Mil y una noches que compartir de nuevo o a partir de ahora. En colectivo… desde la Luna; o en pareja… también desde ella.

08 septiembre, 2008

Los tacones más altos de mi vida

Tras dos meses de pleno maratón, la frenada ha sido en seco para un punto y a parte.

Ha sido un verano sin rebajas, sin concesiones, pero lleno de emociones. El vértigo inicial, el miedo a caminar subida a unos zapatos que pensaba que me quedaban grandes se esfumó por el arropo de compañeros de viaje. Compañeros anónimos, y no tanto, que me animaron a subirme a los tacones más altos, más bonitos y más fashion… que había llevado en mi vida.

Me di cuenta de que en mi viaje hacia la Luna despegué sola, descalza, pero regresé a tierra muy bien acompañada. Se montaron en mi nave zapatos de todas las formas y colores, que guardan tras de sí muchas más historias que las que se pueden escuchar en apenas cinco minutos; y un inesperado par musical que ha querido pilotar conmigo la máquina. Una máquina que ha parado el tiempo durante ocho semanas y que me ha permitido ver el mundo desde otra perspectiva: con los pies en la tierra, pero con la cabeza y los sueños puestos en el satélite lunar.


El viaje ha llegado a su fin. Después de este punto de reflexión y oxígeno, encerrada en una pompa de jabón; todo seguirá igual y a la vez diferente. Guardaré los altos tacones para empezar un curso más, una Luna más… Será una etapa que me empuja a aires nuevos, con zapatos nuevos y un baúl mayor para dar cabida a los compañeros de viaje del que ya es el verano de mi vida.

21 julio, 2008

Los hilos de la marioneta

Mientras que le robo minutos y casi segundos al día para caminar de puntillas sobre mi agitada vida, aparecen hilos que zurcen nuevas iniciales masculinas.

Un buen amigo me decía, no hace mucho, que este fetichismo es amor o, en la mayoría de los casos, desamor. Pero es como la atracción por un buen par de zapatos. Impactos, flechazos, historias que te dan un vuelco al corazón y hacen que pruebes la adicción a la tecla de un ordenador para darte cuenta de que, finalmente, es un círculo que siempre está empezando y terminando. Empezando y terminando… La historia de nunca acabar.


Ya no sé manejar la marioneta. El hilo sólo zurce un nombre pero ni guía ni sujeta. La madeja sólo estaba en aquellos cuentos de príncipes y princesas donde se besaban y los protagonistas ya eran felices y comían perdices.

Mientras que, cada noche, me invaden sensaciones de vértigo en las que me abro a miles de orejas; abrumada, cierro los ojos para ver que, a veces, sin darnos cuenta, todo está más cerca de lo que pensamos, aunque la aguja no sea como el oro prometido y el hilo se convierta en musical.

23 mayo, 2008

Timadores del amor. Ver... y oír para creer

Como aquella frase tan recurrida de “si no lo veo, no lo creo”. Pues lo mismo. La historia se repite una y otra vez. Con dos Guerras Mundiales la Humanidad tuvo bastante pero, en cuestiones personales, lo de “no hay mal que cien años dure”, todavía está por demostrar.

La vida está llena de grandes timos. Aunque el de la estampita sea el más famoso, la mayoría de los engaños son amorosos. Los entendidos se forran vendiendo libros sobre cómo evitar que te engañen con el dinero, con la compra de pisos, con créditos fáciles, de autoayuda… pero ¿quién nos pone en sobreaviso de los timadores del amor? ¿De los Don Juanes adaptados al siglo XXI? Y después de todo, ¿cómo y cuándo tendremos que volver a confiar? ¡¡Ya no quiero el antídoto que me libere del dolor “post”!!! ¡¡Quiero la pomada anti rozaduras que usamos antes de estrenar tacones!!!! Mejor prevenir que curar antes de empezar la guerra a la que iré con mis chanchas de camuflaje.


Aunque pensándolo bien, todo esto me puede valer para hacer una tesis doctoral, con nota Cum Laude, sobre “te quieros” ficticios y sobre “me lo he pensado mejor”... –Gracias por decírmelo años después, cariño. No sigas que ya sé cómo acaba la frase, guapo.


¿Dónde están los Peter Pan que decidieron crecer?, ¿dónde se encuentran?!!!! Las amigas suelen decir o creer que están por ahí camuflados y que, a pesar de sus pseudos discursos iniciales, cuando se enamoran, da igual lo que pensaran en un principio. Todos caen. Aunque, por experiencias de “tengo una amiga a la que…”, "tengo una amiga que me ha contado...", creo que aunque les gustes, desaparecen como estrellas fugaces. Dos pestañeos y listo.


Todo esto me lleva a pensar en cuántas veces lo he hecho yo. Está bien; aunque mi mente quiera “hacerse la sueca” [pero, por favor, sin los horrorosos zuecos ¿O eran de las holandesas?] quizás alguna vez sí me convertí en una timadora de corazones en busca de un viaje a la Ciudad Eterna.

Mientras que la primavera termina y el plazo dado por la bruja para que el Amor me encuentre se agota, siempre quedará la ilusión de tropezarse en el metro por sorpresa con un antiguo conocido, que se acuerde de ti y te diga: Ummm!!! Cómo has cambiado!! Y tú, durante unas paradas, te conviertas, una vez más, en otra “timadora del amor” para decirle que él también y mucho más...

24 abril, 2008

De suelas y empeines. De caras y cruces

¡Cuántas veces sentimos la curiosidad… la necesidad de poner un rostro a las cosas!! A una voz que se escucha a través de la radio, a un amigo que se tiene lejos, a un amor que está por llegar…

Sentimos un ansia continua de estrenar rostros como si se tratase de un nuevo par zapatos. Los vemos, si hay suerte; nos los quedamos y los estrenamos!!! Pero, ¿de qué depende la templanza que tiene que tener uno para mantener la sangre a la temperatura correcta y no desesperar por subirse a unos altos tacones y sentir el vértigo de nuevo? ¿Es cuestión de edad, madurez o carácter?

Pero la cara, el empeine, lleva emparejada una cruz, la suela. Y esa cruz será la que desinfle el globo. La que haga que la emoción de subirse por fin a unos tacones de calidad y que merezcan la pena, se desvanezca. Quizás sí sea el carácter de las personas y la forma de ser, o la experiencia que no da la edad, sino las heridas; las que hagan que la emoción del tren que coge velocidad se pare en seco. ¿Realmente cuando nos enamoramos, se tenga la edad que se tenga, uno se deja llevar a pesar del equipaje que trae de anteriores viajes? Zapatos gastados, pares rotos, algún que otro desemparejado y otros que de tan bonitos se quedaron en la caja.

Cajas pasadas que estaban vacías como la que volvía del otro lado del charco en “malas condiciones”, lejos del glamour y fetichismo de un par de lo más pizpireto.

Nadie lo sabe, ni siquiera la pitonisa que me asomó a un artista, a un viaje y a una estrella, más allá de las cinco lunas. Rostros que cada noche imaginamos atribuyendo historias pasadas, historias presentes y futuras… Una gran incógnita.

18 febrero, 2008

Fiesta de Solteros

Lo confieso, lo he hecho… ¡¡He ido a una fiesta de solteros!!! Las razones que me han llevado a caer en ella todavía no las sé… Sigo pensando...

Está claro que una tiene que ir a esta clase de eventos con la mejor de las sonrisas y no precisamente para mostrarla en esa especie de escaparate de carne en el que se convierte el evento. La risa, y una sonrisa, es la mejor arma para ganar una batalla. Para la guerra, ya se me ocurrirán otras.

Aunque la fiesta fue divertida, ese no fue su adjetivo calificativo. ¡Viva el surrealismo!!! ¿La soledad acompaña tanto a las personas? Hombres y mujeres con ganas de conocer a otros hombres y mujeres sin razón de por medio. Música, copas, juegos de los que confieso que no salí mal parada… La sonrisa funcionó y sin ir vestida de leopardo de los pies a la cabeza, gracias a Dios!! Aunque claro está que no me queda más remedio que plantearme qué es lo que buscaban o con qué se conformaban los asistentes.

Desde mi papel de observadora, que era lo que realmente me llevaba por allí… me pregunto ¿qué es lo que buscamos? ¿qué es lo que busco? ¿Hay algo en mí que por un momento creyó que podía estar allí mi media naranja? ¿No era en el supermercado en la sección de congelados? Sí, lo confieso. La búsqueda es inconsciente pero allí no se detuvo. Mientras paseo por las nubes está el hombre ideal, el compañero de vida. No perfecto, sólo a mi medida. De vuelta al suelo, y casi en los infiernos, veo todo lo contrario. Alguien que no existe, que no existirá, un molde imperfecto; una persona a la que conocer detenidamente a alguien le supone un problema más que una solución. Lo mejor será caminar por el Limbo, el que yo me invente ya que la Iglesia ha dicho que no existe.

La fiesta de solteros debería tener otro concepto. Ser en verdad una fiesta de solteros para celebrar que lo estamos. Que disfrutamos de la vida de manera individual. Ni mejor ni peor. Diferente. Aunque la sonrisa no me valga para luchar contra leyes sociales como las que marcan que siempre llevemos los dos zapatos iguales…

09 febrero, 2008

Con el pie levantado... al pasado le digo adiós

Como un oso. He pasado todo este tiempo hibernando… pero de manera un poco diferente al de este mamífero carnívoro plantígrado. He desaparecido pero sin estar dormida, ha sido como caminar entre opiáceos.

También me he convertido en una especie de vampiro, animal nocturno que disfruta de cada noche, cuando se pone la luna… La pesadilla empezaba con la llegada del sol. Anulada.

Han sido meses de muchos cambios, también de cambios de tendencias, incluso de zapatos… Los chapines rojo escarlata me llevaron por el camino de baldosas amarillas en forma de lingotes de oro. Los zapatos comprados en los mares del Sur se rompieron de tanto usarlos, aunque a veces no hay que quererlos mucho, sino quererlos bien. Y los saldos, este enero, no fueron gangas sino una especie de objeto de deseo, un gran capricho encontrado en medio de una nube de humo que dio aire en vez de asfixiar. Pero el humo, al final es sólo vapor. Ni tocar ni guardar en un frasco de cristal.

Ahora empiezo de cero. Es un CERO con mayúsculas. El camino no está definido, ¿pero cuándo lo ha estado?!!!! ¿Podré respirar al fin?

Hay una caja que tiene una abertura a través de la cual intento ver lo que hay dentro. No está mal, es una pieza atractiva pero es como algo que ya compré en alguna ocasión. ¿Dónde queda lo nuevo?

Hay otra caja, totalmente desconocida, sólo mostrada en el escaparate de unas aulas, que viene de importación desde el otro lado del charco. Es un par algo fetichista… pero ni siquiera sé que guarda en su interior. ¿Debería luchar contra el pecado capital de la pereza, ese que me invade desde hace tiempo?

Mientras cicatrizan todas las heridas del alma, he apostado por dar un paso más, un paso adelante, por empezar una etapa totalmente diferente a la anterior. Con la mano levantada, decir al pasado adiós. Ahora las lunas sí se han alineado. Los zapatos de antaño están ahí, guardados en un baúl, para contemplarlos pero desde lejos.