14 junio, 2009

Fetichismo en el punto de inicio. OH! FORTUNA!

A las puertas del verano, tras un largo, largo, larguísimo invierno hibernando en un agujero oscuro, envuelta en vendas que no dejaban seguir por el camino adelante; la ensoñación más fetichista, aquella del punto de partida que hizo cubrir el delicado pie con el más sofisticado de los zapatos, se consumió como una cerilla.

Durante una noche de Diosas Fortunas y vientos mitológicos que traían olor a jazmín, volví a caminar, pizpireta, sobre lo alto de unos zapatos, desafiando lesiones del pasado, madejas de lana enredadas y fantasías de Cenicienta.
Una cenicienta moderna, que cambió los zapatos de cristal por cintas, y con un príncipe convertido a artista, como habían profetizado las cartas de aquella hechicera tiempo atrás.

Rezan Omnia sol temperat purus et subtilis… (todo lo suaviza el sol puro y sutil) pero este cuento, mi cuento, sigue siendo de vampiros y de ruletas estancadas en el tiempo… Sin sol. Un deambular sin detenerte, en el campo abierto de la vida, cubierta con envoltorio de celofán.

Aquella cajita de cristal donde estaba la muñeca se convirtió en cajita de metal, con eco… Eco que retumbaba en sueños… la cruz del pasado, del presente… y quién sabe si del futuro.

Amantes imaginarios, ensoñaciones, fantasías que sólo viven dentro de la cabeza.

La nueva Cenicienta terminó coja pasadas las 12 de la noche. Sin zapato, de nuevo dentro de la cajita y agotada. Con el peso de las huellas que deja haber caminado entre el barro durante tiempo.

Una cerilla que se consume, un globo que se desinfla. Un zapato que se desgasta…
Quizás el dedo roto sólo sea una señal para darse cuenta de que es pronto para subirse a un andamio o que, para la próxima, han de ser azules y más altos: inalcanzables.

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