21 julio, 2008

Los hilos de la marioneta

Mientras que le robo minutos y casi segundos al día para caminar de puntillas sobre mi agitada vida, aparecen hilos que zurcen nuevas iniciales masculinas.

Un buen amigo me decía, no hace mucho, que este fetichismo es amor o, en la mayoría de los casos, desamor. Pero es como la atracción por un buen par de zapatos. Impactos, flechazos, historias que te dan un vuelco al corazón y hacen que pruebes la adicción a la tecla de un ordenador para darte cuenta de que, finalmente, es un círculo que siempre está empezando y terminando. Empezando y terminando… La historia de nunca acabar.


Ya no sé manejar la marioneta. El hilo sólo zurce un nombre pero ni guía ni sujeta. La madeja sólo estaba en aquellos cuentos de príncipes y princesas donde se besaban y los protagonistas ya eran felices y comían perdices.

Mientras que, cada noche, me invaden sensaciones de vértigo en las que me abro a miles de orejas; abrumada, cierro los ojos para ver que, a veces, sin darnos cuenta, todo está más cerca de lo que pensamos, aunque la aguja no sea como el oro prometido y el hilo se convierta en musical.