08 septiembre, 2007

Sorpresa, sorpresa...


Hay dos tipos de personas: las que se suben en la montaña rusa y las que no. Este verano, mi medio de transporte ha sido el tiovivo.

Me reencuentro con mis pasiones: los zapatos… y las emociones que de repente me abarcan como una adolescente porque, a pesar de los años y del paso del tiempo, esas siempre vuelven. Después de varios meses, me enfrento a un papel en blanco y a historias que recordar. Cinco pares de zapatos nuevos. Sin estrenar. Cinco ilusiones volátiles.

El verano pasó una vez más por mi vida, las rebajas, vacaciones invisibles, estrés... Pero sobre todo, las sorpresas. Al fin y al cabo, la vida consiste en eso: en sorpresas. Me convertí en torero: derechazos, naturales y algún que otro pase de pecho adornado con una verónica para sortear y controlar los vértigos de mi estómago en cada curva de la montaña rusa.

Asomarse por una ventana al mundo de las relaciones, sólo de reojo. Observar desde distancia media esa especie de mercado, enmarañado como una madeja de lana.

Como en el cuento de los Tres Cerditos, aparecieron tres personajes diferentes, pero de la misma especie. Tres casas: la paja volátil, la madera que se quema y el ladrillo imposible que traspasar. Tres canciones en las que hacer parada. Las canciones del verano. Las mías no aparecen en el top ten de las melodías estivales. He creado mi propio revival veraniego. En la casa de paja sonó “Todas esas cosas que he hecho”… de las que ya se me han olvidado la mitad. Se construyó sobre arenas movedizas, soplé y voló. Como una vidente, mi predicción se cumplió y, a pesar de seguir buscando a mi propio Humphrey Bogart, no le pediré a Sam que toque esta canción otra vez…

Como en el cuento, el lobo feroz llegó a la casa de madera. Allí sonaba una melodía envolvente, una balada romántica. Su habitante, de catálogo y expuesto a la opinión pública, hizo que me adentrara en una casa que ardía en llamas. El calor no me quemó pero sus astillas hirieron. Quizás, dentro de un tiempo, y gracias a la magia de las sorpresas y casualidades, quién sabe, se cumpla la letra de esa canción, vuelva a sonar la melodía y me susurre If you stay, I’ve got a plan, you wanna make a memory Quieres dejar un recuerdo…

A tumbos llegué a la casa de ladrillo. Casi sin respiración y con los pies ya machacados del polvo del camino y de tanta astilla. Una especie de peregrinación al Rocío que me transportó a la década de los ochenta. La curva de la montaña rusa me cogió por sorpresa. Mientras, en los vagones, sonaban temas de los Nikis. Divertido, pero yo me quedo con Hombres G


El tiempo me ha propuesto cambiar el final del cuento. Me ha sugerido que amplíe la discografía, la colección de zapatos, que las canciones de verano continúen en otoño.

No sé cuál será la siguiente sorpresa que me depare la lista de éxitos, quizás algún tema que apueste por un amor de verdad… de esos que no te dejen bajar de la montaña rusa. De momento, yo me he bajado y no hay ningún nuevo tema que versionar.

Se acerca el otoño… y quizás al fetichismo en los pies se le añada fetichismo por el individualismo… Un nuevo experimento.

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