19 septiembre, 2007

Fetichismo “cibelino”

Semana de la moda en la capital y allí estaba yo para verlo. A pesar del madrugón y del intento por convertirme en una fashion victim a primera hora de la mañana de un lunes, rescaté del armario algunos trapitos a lucir para esta ocasión. Caminar por las alturas a primera hora de la mañana. ¿Se puede empezar mejor la semana?

Como si un de una cool hunter se tratase. Papel y lápiz en mano, grandes dosis de corrector de ojeras y paso decidido entre bambalinas para ver qué se cocía allí dentro. Definitivamente estoy anticuada. Los piratas ya no se llevan, el dorado ha dejado paso a lplata, hay que usar maxibolsos para perderse dentro de ellos y todavía no es tiempo de marrones… Nunca mejor dicho.

Después de esperar una cola monumental con el resto de periodistas fashion, me quedé sin mi kit de prensa. Aunque no supiera muy bien para qué valía o qué demonios tenía dentro, ¡¡yo también la quería!! Todo fuera para sentirme una más de aquella especie.

Si por algún momento pensé que una nueva salida podía suponer una nueva oportunidad para encontrar acompañante, la idea se esfumó inmediatamente de mi cabeza ¿Dónde están los hombres (hombres) por aquí? Me vi rodeada de mujeres, hombres espiga, de solarium y pegajosos de gomina. Sin gomina y mucho menos sin solarium, me vieron cara de guiri y allá me fui al set de la prensa internacional. Mi valioso trasero sentado en el asiento de la corresponsal de la revista de moda más importante a nivel internacional. Esa que me ha devuelto mis credenciales tantas veces. Segunda fila, detrás de un insulto y arrogante comentarista de acento estúpido; y alguna que otra celebrity nacional, madrugadora eso sí. Comenzó el desfile.

Primera/verano 2008. Jesús del Pozo. Sobre unos enormes zapatos de cuña, desfilaron colores pálidos, pinceladas de naranja y fucsia, blanco roto, negro y gris marengo metalizado, pantalones imposibles para mi talla, amplios volúmenes y fantásticas gabardinas de ángulos geométricos. Para la crítica, todo un éxito. Para mí, un imposible.

Al finalizar el desfile, decidí llevar mis andares de pato a la pasarela. Caminar decidida, sin pisar huevos, hacia cientos de cámaras enfocando. Y segura de no llevar pagado a la espalda ningún cartel de aquellas incómodas sillas. Quizás sea eso lo que me diferenció de las otras reporteras…

Ya en casa, de madrugada, con una copa en la mano, nada de Martini, mientras escribo este artículo, música... Someone like you… Luz tenue, el ordenador y yo recordando mi primera aproximación al fetichismo “cibelino”.

No hay comentarios: